Islas flotantes de los Uros, Amantaní y Taquile

Después de visitar la Isla del Sol, en la parte boliviana del lago Titicaca, cruzamos la frontera hasta Puno, al otro extremo del lago, y desde donde salen los barcos para poder visitar las Islas flotantes de los Uros. En cuanto llegamos a la estación de bus de Puno, nos encontramos con numerosas agencias de turismo ofreciéndonos diferentes actividades, así que comparamos y finalmente nos quedamos con el mejor postor…;-) Contratamos un paquete que nos pareció barato y nos encantó! Os contamos!

 

El día que llegamos a Puno nos quedamos en un hostel, donde pasamos la noche. Fue todo un acontecimiento para nosotros, llegar a nuestra habitación, abrir la puerta del baño y encontrar una cortina para la ducha… Os puede parecer una tontunada, pero en ese momento aplaudimos de alegría!
La ventaja de pasar una noche en Puno fue que al día siguiente dejamos las mochilas grandes en este hostel y nos llevamos sólo lo imprescindible para ir a visitar las Islas flotantes de los Uros. En el puerto nos esperaba nuestro barquito, con otros turistas, y al acercarnos a las primeras islas nos tuvimos que desviar, ya que no nos dejaban pasar.
Resulta que no todas las islas se pueden visitar, sólo las que son de acceso a los turistas. Algunas islas, las familias que las habitan, no quieren tener contacto con los visitantes, así que se prohíbe el acceso. Seguimos 10 minutos más y llegamos a una pequeña isla habitada por 3 familias llamada «Amanecer Titino».
Niñas de la isla jugando
El padre de familia nos contó cómo se construyen estas islas, entrelazando capas de totora, una hierba tipo junco que crece en el lago Titicaca. A medida que la hierba se va secando se van añadiendo más y más capas…es un proceso que nunca termina!
En la isla cuentan con varias casitas, la mayoría de ellas son habitaciones para dormir, y una es la cocina, también están muy orgullosos de su barca, todo ello realizado a mano también con totora. Esta hierba es la base de estas familias, sirviendo para construir y también para alimentar. Nosotros la probamos pero no nos convenció XD.
Se pueden comprar muchas cositas de artesanía, pulseritas, manteles, colgantes, fundas para los cojines, réplicas de barquitas de totora… nosotros nos llevamos una de estas réplicas, la más pequeñita de recuerdo! Y lo último que hicimos fue dar una vuelta en la barquita de totora, en la de verdad!
Con el capitán
Volvimos a la isla y subimos de nuevo al barco, para seguir la ruta hasta otra isla, esta hecha de tierra: Amantaní! Tiene una población aproximada de 800 personas, y se dedican mayormente al cultivo, la pesca y algunas de las familias al turismo, acogiendo turistas.
Allí nos esperaba una familia de locales (Flora y Roberto), que nos recibieron y cuidaron durante nuestra estancia en la isla!

 

Flora cargada con totora y un niño cogiendo su merienda!
Por la tarde fuimos hasta el punto más alto de Amantaní para ver el atardecer desde allí! Y al volver a casa de nuestros hosts, nos encontramos una fiesta sorpresa!
Por la noche, después de cenar sopa de oca (un tubérculo parecido a la patata), nos habían preparado una fiesta para todos los visitantes, y con mucho gusto aceptamos la invitación! Música tradicional, bailes, cerveza y también trajes típicos! Mirad qué guapos nos pusieron!!
Con la indumentaria típica de Amantaní
Ed y Pepe con Roberto, nuestro anfitrión
La banda tocando canciones tradicionales
A la mañana siguiente, volvimos al puerto donde el barco nos esperaba para seguir descubriendo más islas! Nos despedimos de Flora y le dimos las gracias por su amabilidad. Fue una experiencia muy auténtica…
Pepe, Flora y yo
Puerto de Amantaní
Partimos hacia Taquile, una isla con más población que Amantaní, unos 2200 habitantes, está más desarrollada con más restaurantes, tiendecitas, y calles asfaltadas. En ambas islas no hay coches ni agua corriente, alcantarillado, electricidad… sus habitantes tienen unas vidas sencillas, dedicadas a la agricultura, al sector textil y la pesca.
Plaza del pueblo

Taquile era el final del recorrido, y después de comer sopa de quinoa y trucha del lago Titicaca volvimos a Puno, donde Carlos, capitán del mítico buque Yavari nos esperaba para contarnos toda su historia!

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