Puyo: descubriendo el amazonas ecuatoriano

A veces el dejarte llevar te hace aparecer en lugares insospechados, pasando los mejores momentos de un viaje! ¿Os ha pasado alguna vez? A nosotros sí! Una de esas veces y yo diría la mejor, fue cuando acabamos en Puyo (Ecuador) sin haberlo previsto antes.

Todo empezó cuando desde Cuenca, de camino a Baños, un lugar muy turístico de Ecuador, vimos a través de Couchsurfing (una web para buscar alojamiento gratis) que cerca de allí un chico ofrecía alojamiento por 5€, una cabaña en la selva. Con ese precio y la idea de dormir en la selva nos pusimos en contacto con Henry (que así se llamaba) y desde Cuenca fuimos hasta Puyo donde quedamos que nos recogería. 

Puyo se encuentra en la región de Pastaza, en la selva amazónica de Ecuador, y lo pudimos ver porque a medida que nos alejábamos de Puyo hacia el interior cada vez era todo más frondoso. Henry nos llevó en camioneta hasta una zona más o menos a una hora de Puyo y desde allí, con botas de agua y nuestras mochilas a cuestas atravesamos un trozo de selva hasta llegar al río Puyo, que atravesamos en una canoa mientras una lluvia tropical nos empapaba.

Unos minutos más andando y nos encontramos con una cabaña de madera de dos pisos donde íbamos a pasar las dos próximas noches. Sin luz, con unas mantas a modo de puertas y las ventanas sin cristal…rodeados de gallinas y naturaleza, ¿qué más se puede pedir? Lo que sí teníamos eran mosquiteras…y menos mal, porque había mosquitos como aviones!

Al caer la noche encendimos una hoguera y unas lamparitas de aceite, para así poder movernos por la zona e ir al baño que estaba a parte. Esa noche pudimos ver por primera vez luciérnagas!! Increíble pero no las habíamos visto nunca! Antes de acostarnos casi la liamos parda al intentar encender otra lámpara de aceite, se nos cayó al suelo y de repente parte del suelo estaba en llamas. Todo pasó muy rápido, gritos, susto, y Ed tirando una manta sobre el fuego para apagarlo… al recordar este momento me imagino los titulares de «turistas españoles incendian el amazonas» XD. Afortunadamente todo quedó en un susto y no hubo que lamentar daños, pero para otra vez ya sabemos que hay que comprobar que las lámparas de aceite están bien cerradas!!

Con la adrenalina por las nubes por el susto nos costó dormir, pero finalmente caímos con los sonidos de la selva. 

Al día siguiente Henry vino a por nosotros y nos hizo un recorrido por la zona que nunca olvidaremos. Con las botas de agua puestas y Henry con su machete nos adentramos en la selva, donde él nos fue explicando curiosidades de plantas y animales.

La primera parada la hicimos en una comunidad donde disparamos cerbatanas, nos pintaron la cara con tintes naturales y bebimos no sabría decir exactamente qué era…pero muy bueno no estaba. Después visitamos la escuela y estuvimos jugando con los niños, cantando canciones y respondiendo las preguntas de los más curiosos.

Desde allí seguimos andando por la reserva tropical «Hola Vida» hasta una cascada con su laguna, donde nos bañamos…completamente solos en la inmensidad de la selva amazónica…increíble.

Continuamos hasta otra comunidad indígena próxima, los Mikuna Wasi, pasando por un río con cocodrilos! Henry empezó a hacer sonidos y tirar cocos al agua, simulando que era un mono que había caído al agua…y en menos de un minuto varios cocodrilos se acercaron para, decepcionados, no encontrar nada más que nuestras caras atónitas.

En esta aldea nos enseñaron su trabajo con la madera, bancos y sillas tallados con forma de cocodrilo o mono…muy originales. Estuvimos haciendo nuevos amigos de dos patas y plumas, y al irnos vimos monitos a los que podías dar plátanos y se acercaban.

Desde aquí seguimos andando hasta la comunidad Indichuris, donde se encuentra un mirador, que fue de lo que más nos gustó…con unas hamacas donde descansar y a tus pies el amazonas. Allí mismo hay un «columpio» donde poder lanzarse, y me río yo del columpio de Baños, que es el típico donde se hacen la foto los visitantes…el de este mirador era una cuerda  con una tabla redonda en el extremo en el que te lanzabas a muuuchos metros de altura. Para dejarte más tranquilo junto al columpio estaba este cartel….que te hacía planteártelo dos veces!

Al final nos animamos, e incluso Ed repitió! Yo debo admitir que con una vez tuve bastante, que me cogió flojera en las piernas del acojone! jajaja

Bajamos del mirador hasta la aldea, donde nos enseñaron cocodrilos disecados y más rarezas de este tipo, y una cueva dedicada al diablo, tallada en la montaña en la que entras a través de su boca.

Como veis el día dio para mucho! Volvimos a la cabaña atravesando el río Puyo y allí nos esperaban los padres de Henry que nos estuvieron contando historias sobre la selva, su comunidad, rituales…y sobre los Shuar o Jíbaros, un grupo indígena que habita en la selva amazónica ecuatoriana y peruana y que son conocidos por la reducción de cabezas.

Al ponerse el sol cenamos junto a la hoguera y nos fuimos a dormir prontito para descansar, que al día siguiente tocaba continuar nuestra ruta hasta Quito y su mitad del mundo!